Todos los años vemos cómo nuevos servicios digitales o mejoras de ellos salen a la luz. En el escenario actual esto ya se ha vuelto habitual; las aplicaciones que tenemos en nuestros teléfonos móviles nos presentan actualizaciones con novedades o correcciones de errores y así, las optimizaciones se vuelven continuas. Vivimos una sensación constante de cambio que se manifiesta en diversos ámbitos de nuestra vida y que impulsa mejores experiencias.
Esta tendencia se evidencia también en el sector público. Como indica la firma de investigación Gartner, en esa búsqueda de ofrecer más y mejores servicios a los ciudadanos existe un aumento de la inversión en software. La mayoría de estas inversiones se centran en la modernización de aplicaciones, con el 57% de los CIOs que trabajan en el gobierno planeando centrarse en esta área.
Por ello, se vuelve imperiosa la necesidad de contar con aplicaciones que permitan impulsar los servicios prestados por organizaciones gubernamentales. De hecho, la misma consultora estima que el gasto del gobierno en TI a nivel mundial debe superar los US $589 mil millones en 2023, registrando un aumento de 7,6% con respecto a 2022. Todo esto refleja la preocupación y conciencia de las administraciones públicas por ofrecer servicios mejorados a los ciudadanos. Ahora bien, ¿cómo podemos hacerlo?
El ciclo de vida del producto y la carretera de innovación
Es tiempo de repensar muchas cosas: la tecnología ya está, el talento profesional existe; entonces, ¿qué nos falta? Pudiéramos pensar que es el presupuesto, pero resulta que no siempre es necesario evaluar un gran proyecto con un inicio y fin determinados desde el tiempo cero y ejecutando inversiones titánicas para comenzar. A veces, es provechoso concebir una buena idea y proceder gradualmente, realizando aproximaciones incrementales hacia una solución, más allá de que esta -por el entorno de constante evolución- probablemente nunca se considere final o definitiva.
Este tipo de enfoque introduce el concepto de producto, el cual, si bien debe ser concebido como proyecto por fases, contiene en su naturaleza una visión evolutiva por sus diferentes etapas del ciclo de vida. Si sobre esto agregamos la capacidad de producto incremental con un enfoque ágil, sentamos bases sólidas para operar en un contexto cambiante.
Es sumamente importante señalar que ágil no es sinónimo de rápido y sin control o rápido e inseguro. Debemos ser cuidadosos con las decisiones por tomar, decisiones desde el punto de vista arquitectónico de los sistemas, que debe estar soportado sobre los intransables atributos de calidad de sistemas, seguridad, estabilidad y mantenibilidad, por destacar algunos.
Si pensamos en nuestra arquitectura de sistemas como una carretera de innovación dentro de nuestra institución, deberíamos definir reglas de tránsito, velocidades permitidas, barreras de seguridad, y una serie de elementos que permitirán que nuestros vehículos de innovación fluyan de manera constante, segura y en tiempo.
Hoy por hoy contamos con los recursos para brindar tal sustento a esta carretera de innovación con tecnologías como Red Hat OpenShift, una plataforma de aplicaciones que ofrece una solución completa que propicia la innovación segura, dirigida para desarrolladores y entornos resilientes, monitoreables y altamente efectivos para una gestión de la innovación empresarial a gran escala.
Se trata de una perspectiva que pueden visualizar también quienes cuenten con aplicaciones legadas, pues Red Hat OpenShift nos ofrece diversos caminos que permiten subir estas aplicaciones a la carretera de la innovación. Se pueden migrar, modernizar o mantenerlas entregando capacidades hasta que llegue el momento que nos permita redefinirlas o reconstruirlas, aprovechando de manera completa las capacidades de nuestra carretera de la innovación.
La seguridad no debe ser descuidada
En paralelo, debemos tener presente que la seguridad no debería depender exclusivamente de las capacidades técnicas de los equipos de desarrolladores ni tampoco exclusivamente del equipo de operaciones. La práctica segura debiera ser transversal a la cadena de suministro de aplicaciones; es decir, cada vez que incorpore como desarrollador una nueva biblioteca de software a mi aplicación, esta debiese estar disponible en su versión correcta, pues cualquier otra puede contener, potencialmente, graves vulnerabilidades.
Para que los desarrolladores puedan enfocarse en su trabajo, muchas de estas actividades de controles de seguridad deberían formar parte de las capacidades de la plataforma de aplicaciones, contar con el repositorio de bibliotecas correcto, las advertencias necesarias de seguridad y los mecanismos de actualización eficientes para los desarrollos. Todo esto es mucho más que necesario para mantener nuestra carretera de la innovación libre de baches y escombros que detengan el avance. Red Hat Trusted Software Supply Chain y Red Hat OpenShift tienen las capacidades para lograr este objetivo, propiciando entornos seguros desde el mismo desarrollo.
Una estrategia y política para los gobiernos modernos
La modernización de aplicaciones y servicios mejora el rendimiento y la capacidad de los sistemas más antiguos sin necesidad de reemplazarlos, aumentando la agilidad y los presupuestos para proyectos estratégicos.
En América Latina, la mayoría de los gobiernos ya entendieron esta necesidad. De hecho, Uruguay, Chile, Argentina, Brasil, Costa Rica y Perú están ubicados en un nivel muy alto en el Índice de Desarrollo de Gobierno Electrónico (EDGI).
Sin embargo, para continuar optimizando la infraestructura y las aplicaciones de misión crítica, las agencias gubernamentales también deben adoptar una estrategia de fuerza laboral colaborativa, asegurándose de estar preparadas para los desafíos tecnológicos en constante evolución. Por ello, es clave la inversión en herramientas apropiadas que acompañen este proceso y mejoren la experiencia de los empleados, creando un entorno eficiente y propicio para la innovación de cara al servicio de los ciudadanos.