La tecnología ha avanzado a tal punto, que lo único que necesitamos para resolver algunos de nuestros obstáculos es hacer unos cuántos clics en una aplicación. La Inteligencia Artificial (IA) puede realizar análisis de datos, resúmenes, predicciones muy precisas, entre otras cosas de manera muy rápida, reemplazando en su gran mayoría el trabajo humano.
Sin embargo, si aplicamos este tipo de eficiencia en la toma de decisiones, veremos una falla notoria. La IA no puede replicar nuestro razonamiento abstracto ni posee la intuición, que está basada en las emociones y experiencias previas que son cruciales a la hora de deliberar. Es aquí donde el factor humano cobra una relevancia ineludible.
Si bien, el trabajo de la IA es muy eficiente para avanzar rápidamente en diversos proyectos y alcanzar las metas antes de lo previsto, no es capaz de entender matices, emociones y actuar de manera ética puesto que carece de algo imprescindible que es la capacidad de capturar la esencia y la intuición que es lo que respaldan cada elección empresarial.
Asimismo, al carecer de sentimientos y matices tampoco es capaz de evaluar las posibles consecuencias o implicancias que su elección le podría ocasionar a alguien, dado que no tiene la capacidad de abstraer y comprender situaciones complejas desde una perspectiva holística.
Sin lugar a dudas, la tecnología es una herramienta muy poderosa dentro de las organizaciones, pero el motor que las impulsa sigue siendo el elemento humano el cual es irremplazable. Incluso en la era de las predicciones sofisticadas, el factor sorpresa inherente a la humanidad no puede ser confinado a ningún sistema, ni siquiera a la más avanzada hoja de cálculo.
Pese a que podemos tener las respuestas a un solo clic, el verdadero poder de la inteligencia artificial no es solo rellenar un milésimas de segundo una hoja de cálculo, sino que radica en su capacidad para complementar y mejorar las habilidades humanas con el fin de ayudar y enriquecer la toma de decisiones con la mayor cantidad de información precisa y junto a un exhaustivo análisis.
A fin de cuentas, el verdadero valor de una empresa está conformado por su gente y cultura, siendo el verdadero motor el factor humano, que por mucho que avance la inteligencia artificial no podrá sustituir ni reemplazar jamás.