La era actual ha demostrado ser una catapulta de avances tecnológicos sin precedentes. La industria eléctrica ha comenzado a abrazar una transformación digital que promete revolucionar la forma en que se genera, distribuye y controla la energía. En el centro de esta revolución se encuentran las subestaciones digitales, una infraestructura esencial que desempeña un papel crucial en la protección y el manejo de sistemas de transmisión y distribución de energía.
Estas operan en lugares de alta tensión, típicamente en instalaciones de empresas de servicios públicos y grandes industrias, y contemplan de cuatro niveles operativos. En el primer nivel, los equipos en el patio reciben la potencia eléctrica a través de cables de alta tensión. En el segundo nivel, las señales se convierten en corrientes y voltajes más manejables para los operadores. Luego, estas señales se transmiten al cuarto de control, donde se encuentran medidores, relés de protección y otros dispositivos. Finalmente, los niveles 2 y 3 llevan la información de los equipos hacia software de control locales y sistemas de Supervisión, Control y Adquisición de Datos (SCADA) remotos.
Esta tecnología, respaldada por cables de fibra óptica en lugar de cobre, es un componente esencial del sistema de transmisión y distribución de energía eléctrica y reduce significativamente los riesgos para los operadores, garantizando un funcionamiento más seguro y eficiente.
Sin embargo, a pesar de sus notables beneficios, existen desafíos importantes que deben abordarse para fomentar una mayor inversión en estos proyectos, sobre todo considerando la necesidad de superar las brechas deficitarias de planificación e inversión en transmisión presentadas por el ministro Diego Pardow en el marco del Proyecto de Ley de Transición Energética.
La industria eléctrica históricamente ha sido resistente al cambio, y la introducción de nuevas tecnologías como las subestaciones digitales requiere un cambio de mentalidad. El miedo a un paradigma distinto al actual y la inversión en sistemas heredados rígidos han obstaculizado el progreso en esta área. Además, la falta de tecnología escalable puede llevar a reprogramaciones costosas y a ineficiencias operativas a largo plazo.
El futuro de la industria eléctrica está claramente definido por el software. La mayoría de las nuevas tecnologías incorporan este tipo de innovación para agregar valor a las operaciones tradicionales. Esto incluye Internet de las cosas (IoT), almacenamiento en la nube y aprendizaje automático, entre otros, que permiten la evolución hacia operaciones más autónomas y eficientes.
Las compañías eléctricas están adoptando gradualmente software para hacer que las subestaciones digitales sean elementos clave en la transición de redes convencionales a redes digitales capaces de satisfacer las demandas de los prosumidores.
En última instancia, es esencial invertir y enfocarse en el desarrollo de software para respaldar el avance de este tipo de proyectos. Esto no solo garantiza una mayor eficiencia y seguridad en la gestión de la energía, sino que también contribuye a la sostenibilidad y la descarbonización de nuestros procesos energéticos. Un desafío no menor considerando el despegue de Chile como líder en la región.
En un país que no sólo valora su industria energética, sino que se ha apoyado en ella como escalón para ubicarse en la vanguardia de Latino América, las subestaciones digitales representan algo más que una oportunidad para mejorar la calidad y la confiabilidad del suministro eléctrico: se trata de ser coherentes con los desafíos del mundo actual, uno que va en una dirección cada vez más tecnológica y descarbonizada.