Por Rodrigo Moya, Gerente general de Imelsa Energía
Hemos visto últimamente cómo las energías renovables han cobrado notoriedad tanto a nivel internacional como en nuestro país. Desde el Super Bowl 2024, el primer evento de gran escala alimentado completamente con energía renovable, hasta las cifras recientes del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), que revelan un nuevo récord: la producción de energía renovable no convencional (ERNC) en 2023 alcanzó su máximo histórico de 36.7% la energía generada en el SEN.
Este crecimiento destaca la necesidad de invertir en nueva infraestructura y colaborar con aliados estratégicos para fortalecer la transición hacia una matriz energética más limpia. En el mes de la energía, queremos subrayar que esta transformación no solo es una decisión ambientalmente responsable, sino también económicamente estratégica. Genera empleo, fomenta la innovación y aporta a la resiliencia energética de nuestro país.
Además, las ventajas que tenemos son evidentes. Chile destaca entre los 15 mejores países para invertir en energías renovables, según la revista Forbes. Esto, gracias a la acción gubernamental, la abundancia de recursos naturales y la colaboración en asociaciones globales, convirtiéndolo en un referente mundial en este ámbito.
Por otra parte, las empresas también están incluyéndola dentro de sus estrategias, y es alentador observar cómo diversos sectores, como el retail, financiero e inmobiliario, están avanzando de manera decidida en proyectos y operaciones amigables con el medio ambiente. En efecto, a modo de ejemplo, desde 2021 a la fecha hay siete veces más interés de nuestros clientes por la certificación IREC.
El sector energético desempeña un papel clave en la descarbonización de la economía global, y tras diversos esfuerzos a lo largo de los últimos años, nuestro país se consolida como líder en América Latina en el ámbito de las energías renovables. Aprovechemos este impulso para continuar fomentando su uso, ya que a medida que más países incentivan la inversión en alternativas que nos lleven a una economía baja en carbono y la implementación de políticas sólidas para su desarrollo, más actores del mundo privado se comprometerán, pues sin duda es una tarea conjunta propiciar las condiciones necesarias para que esto ocurra.