La equidad de género en el liderazgo sigue siendo un desafío. Aunque las mujeres hemos demostrado nuestra capacidad de liderar, aún enfrentamos barreras que frenan su ascenso. Por eso, las mentorías femeninas en las empresas son vitales para generar un cambio verdadero y sostenido, no solo para quienes participan, sino también para la cultura organizacional en su conjunto.
En lugar de forzarnos a encajar en un molde tradicional de dirección, es crucial desafiar los modelos tradicionales de liderazgo, que están cuestionados por todas las enfermedades laborales que vemos ahora (burnout, trastornos de ansiedad, stress crónico, etc), y así desarrollar un estilo auténtico y acorde a nuestras expectativas. Esto no solo nos fortalece a nivel individual, sino que también impulsa a la organización a transformarse.
El estudio de Yale, por ejemplo, reveló que, pese a los resultados superiores de las mujeres en su evaluación de desempeño, los hombres tienen un 70% más de probabilidades de ser promovidos a posiciones de liderazgo. Este tipo de datos subraya la necesidad de fomentar un cambio estructural, y las mentorías femeninas son una herramienta clave en esta tarea.
Además, estos programas no solo son una cuestión de desarrollo personal. Investigaciones en empresas del índice S&P 500 muestran que aquellas con políticas sólidas de equidad de género, incluidas las mentorías, obtienen mejores resultados financieros. La diversidad de pensamiento que traen estas iniciativas fomenta la innovación y mejora la reputación de la marca, beneficiando a la empresa y a sus colaboradores.
Las diferencias en cómo hombres y mujeres abordan las mentorías nos ofrecen una valiosa oportunidad para enriquecer estos programas. Si bien los hombres suelen enfocarse en el networking, las mujeres buscan estrategias para enfrentar los desafíos de un entorno laboral que históricamente no ha sido inclusivo. Integrar estos enfoques permitiría crear esquemas de orientación más completos, que aborden tanto el desarrollo profesional como la resiliencia y adaptación a la cultura organizacional.
Dichos programas deben partir de un espacio de confianza y empatía. En mis años de experiencia, he visto cómo muchas mujeres buscan simplemente sentirse identificadas y escuchadas. Desean saber que no están solas, que otras han enfrentado situaciones similares y han salido adelante. Cuando nos conectamos desde esa comprensión mutua, creamos un ambiente donde el liderazgo femenino puede florecer sin tener que adaptarse a modelos que no fueron diseñados para ellas.