Por Jan Rusch, Cofundador de GrupoTusMaquinas
En los últimos años, hemos visto robots con inteligencia artificial (IA), siendo uno de los más célebres el androide Ameca, el cual en la Cumbre Global de la Inteligencia Artificial de 2023 señaló que los humanos no deberíamos tener miedo a los robots. El comentario tiene bastante sustento, sobre todo al tener presente una cultura popular que en cine, televisión y videojuegos han creado una idea falsa y con poco sustento en torno a un apocalipsis producto de la IA, y con máquinas que finalmente podrían subyugar a la especie humana.
Lo cierto es que el mundo no se acabará producto de una súper computadora, pero si hay que tomar atención a un punto que es relevante y que depende de nosotros: la humanización de la tecnología y de la inteligencia artificial.
La tecnología tiene que ser funcional a las personas y no viceversa. Un ejemplo muy simple que he visto es que hoy “obligan” a realizar muchos trámites usando un código QR, sin embargo, aquel proceso para un adulto mayor puede llegar a ser considerado como una “discriminación digital”. Nuestros patrones de comportamiento y las necesidades del mundo moderno nos exigen ser más rápidos, haciendo que las innovaciones en torno a la inteligencia artificial poco a poco se transformen en elementos esenciales, si bien no podemos olvidar que hay distintos tipos de generaciones de personas en el mundo, con diversos procesos de aprendizaje. Entonces, ¿cómo podemos humanizar la IA sin que esta pierda los elementos que la caracterizan?
Humanizar las tecnologías se relaciona con cómo las estamos creando y aplicando, desde preceptos éticos que garanticen los derechos y la individualidad de las personas. Por ejemplo, hace algunos años tuvimos la irrupción de Chat GTP, lo que despertó toda una polémica en torno al trabajo ético y creativo. Sin duda es un gran recurso para mejor la productividad y que exige una utilización adecuada, ya que es solo una herramienta más. Lo ejemplifico con esta frase “cuando tengo un martillo en la mano todo tiende a ser un clavo”. Nos puede servir mucho para ser más eficientes, pero finalmente hay un humano detrás, es decir, una persona con la capacidad para programar y evaluar lo que un software como Chat GTP nos podría proporcionar. No podemos pretender que la inteligencia artificial reemplazará a Charles Dickens o a Gabriela Mistral. Los aportes de estos talentos fueron únicos e irrepetibles, y justamente su humanidad y experiencias son los elementos que caracterizan a sus escritos.
El dotar a la tecnología de humanidad implica que como seres humanos seamos capaces de utilizarla y aplicarla con un sentido crítico y ético. La Inteligencia Artificial Generativa (IAG) hoy está teniendo un gran impacto en el mundo empresarial, ya que ésta mejora la calidad de la data, contribuye a la personalización e identifica patrones y tendencias. Según cifras de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), la IAG está vinculada a unas 54.000 invenciones en la década hasta 2023, lo que demuestra su crecimiento explosivo. Sin embargo, humanizarla también implica cómo la integramos al mundo laboral.
Estamos en un momento importante de la humanidad en el cual las tecnologías se vuelven cada vez más avanzadas, pero también depende de nosotros en cómo las estamos aplicando, teniendo presentes sus propósitos siempre en un marco ético definido. Sólo de esta forma nos relacionaremos con la tecnología desde una perspectiva mucho más natural, y desde el ámbito de nuestra cotidianeidad.