Por Ricardo Finger, académico del Departamento de Astronomía e investigador del Centro de Excelencia en Astrofísica y Tecnologías Afines CATA.
Las leyes de la física pocas veces son intuitivas. Entender que la misma fuerza que hace orbitar la Luna hace caer las manzanas, seguro requiere un esfuerzo de abstracción. Que la fuerza que debe soportar una represa no dependa del tamaño del embalse que ésta contiene (solo depende de su profundidad), parece aún más extraño. Por raro que parezca el universo, uno termina aceptando la naturaleza como es y no como uno quiere que sea. Necesitamos represas que no se rompan y aviones que no se caigan. El voluntarismo no funciona en la física.
De cualquier modo, este desencuentro entre la física y la intuición, no le quita el sueño a muchos. Los detalles técnicos del cálculo de estructuras son problema de los ingenieros, además, ya pocos duermen siesta bajo un manzano. El dilema se torna más complejo cuando intentamos entender las leyes de la física en relación a nuestra experiencia vital.
Un resultado fundamental de la Relatividad Especial es que no es posible definir simultaneidad de forma absoluta. Dos eventos ocurridos en lugares y tiempos distintos para un observador, podrían ocurrir de forma simultánea para otro que esté en movimiento relativo al primero. Más aún, un evento que ocurre en el presente de un observador, puede estar en el pasado o futuro de otros en lugares lejanos o moviéndose a grandes velocidades.
El escenario que les describo tiene nada de intuitivo pero, al igual que la fuerza del agua sobre la represa, ha sido verificado en todos y cada uno de nuestros experimentos y observaciones. Es un hecho tan sólido como que las manzanas, dejadas a su suerte, caen. Si bien la tecnología nos ha dado cada vez mayor control sobre la naturaleza, no nos da control sobre las leyes naturales, sino solo herramientas para jugar mejor, bajo las mismas reglas.
Esto nos lleva a una aparente paradoja: si aceptamos que el instante presente de cada observador existe, entonces debemos concluir que todos los instantes del pasado y futuro existen también. Esta idea se conoce como el Universo de Bloque, una visión del cosmos donde la línea del tiempo está totalmente extendida desde el comienzo al fin, donde todos los momentos, eventos y lugares existen, y donde cada observador recorre este bloque de espacio-tiempo sin modificarlo, de igual forma como un proyector de cine recorre el rollo de una película. No habría diferencia entre ríos, planetas ni observadores conscientes. Todos responden a las mismas leyes naturales, y estas ya habrían sido aplicadas en todo tiempo.
Las implicancias filosóficas de esta idea parecen trascendentales, inabordables y hasta incómodas y en franca contradicción con nuestra experiencia vital, pero ni las manzanas ni las represas responden a nuestra voluntad, comprensión o ansiedades. De hecho, hay un par de cosas que aprender de la historia de la ciencia: que un experimento vale más que mil palabras; y que no podemos decirle al universo cómo debe ser.
Al acercarse el final de su vida, Einstein se enfrentó a la muerte de un amigo con estas palabras: “Él ha dejado este mundo extraño un poco antes que yo. Esto no significa nada. Quienes creemos en la física sabemos que la distinción entre pasado, presente y futuro es solo una obstinada persistente ilusión”.
Columna publicada en Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.