Es innegable que estamos viviendo en la era del cloud. Hemos pasado en los últimos 20 años de ser propietarios de nuestros pesados servidores a convertirnos en usuarios que invocan, bajo demanda, poderosos servidores “en la nube”, lo que ha rediseñado el panorama tecnológico y modificado la manera en que operamos en el ámbito digital con su capacidad para ofrecer almacenamiento y capacidad de cómputo escalable, seguro y flexible, proporcionando un acceso universal a recursos con solo un clic desde cualquier lugar.
El estudio Digital Readiness Index, reveló a finales de 2020 que Chile era el país mejor preparado de Latinoamérica para iniciar un nuevo modelo económico digital de la mano de los servicios en la nube. Esta economía digital representaría el 22,2% del PIB del país, según cifras de Accenture Research y Oxford Economics, equivalente a US$55 mil millones, con lo que ocupa el primer lugar del Índice de Valor Económico Digital en la región.
El alza de esta tendencia se ve reflejada en la proliferación de Data Centers (DC). Cada vez más en el foco del crecimiento del mundo digital, lo que conocemos como el metaverso, cloud computing, e-commerce, el Big data y otros servicios digitales, están alojados en estos espacios. En los números, el negocio de DC representará para Chile un crecimiento del 10,28% al 2025, de acuerdo con Global Data.
Además, el auge de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial o el IoT (Internet of Things) atraen a más proyectos al país, con el potencial de impactar en el ecosistema de innovación y en una economía digital para posicionar a Chile como un polo de desarrollo tecnológico.
Uno de los beneficios más contundentes del cloud es que ha liberado a los equipos de tecnología de las cadenas de mantenimiento hardware. En lugar de estar atrapados en un constante ciclo de reparaciones y actualizaciones, ahora podemos concentrarnos en lo que realmente importa: innovar y desarrollar.
Esta maravilla tecnológica facilita una colaboración global sin restricciones geográficas, acelera el desarrollo, permitiendo la automatización del control de calidad y despliegue de software, y brinda la posibilidad de analizar vastas cantidades de datos en tiempo real, convirtiendo montañas de información en insights valiosos.
La espontaneidad del “trabajar donde sea” es otra bendición del cloud. Cuando los recursos están centralizados, se garantiza un acceso uniforme a la versión más reciente, eliminando las barreras geográficas y temporales. Las zonas horarias ya no son adversarias, sino simples coordenadas en un mapa global de colaboración.
El despegue del cloud no ha sido menos que revolucionario. Ha nivelado el campo de juego, permitiendo que cualquier individuo con una conexión a internet se sienta empoderado para crear y competir. Ha acelerado la innovación y reducido costos y tiempos. El cloud no es simplemente una tendencia; es el motor que impulsa la revolución tecnológica de nuestro tiempo.