Por Rodrigo Acevedo, gerente general Entersoft
La Inteligencia Artificial (IA) se ha tomado todas las portadas. No solo se habla de ella, sino también se ha comenzado a profundizar más en sus alcances, aplicaciones y desafíos, incluso en los pendientes que aún tiene, por ejemplo, en el ámbito de la ética.
En el área de la cloud computing, su impacto es evidente, especialmente a nivel organizacional, pues no solo permite automatizar tareas, sino también posibilita la personalización de productos y servicios e, incluso, anticipa las necesidades del cliente. Su capacidad de predecir y optimizar está más que comprobada.
Por lo mismo, puede transformarse en un importante aporte para la administración y gestión de datos en las empresas, más cuando la cantidad de los mismos no hace más que crecer y diversificar su fuente. La IA, entonces, puede ser de gran ayuda para realizar procesos complejos y contribuir en el análisis de datos en la nube, aportando rapidez y flexibilidad, a la vez que menores costos operacionales.
De esta manera, la IA junto a la nube tienen el gran valor de potenciar aún más la innovación hacia la mayor digitalización de diversas industrias. Es el caso del área de la salud, los algoritmos de IA analizan grandes volúmenes de datos médicos y mejoran así la precisión del diagnóstico y el tratamiento.
También es posible hoy, en el área educacional, contar con tutores personalizados que apoyan el aprendizaje vía cloud, optimizando más la educación a distancia, al igual que la experiencia del estudiante. Qué decir de la industria financiera, una de las primeras en visualizar el potencial de la IA en la nube.
Esta dupla, no obstante, por brillante y revolucionaria que sea, también tiene un gran desafío en materia de protección de datos personales. Hoy tenemos ya en Chile una ley que busca regular y proteger los datos sensibles de las personas y de las organizaciones. La IA puede ser también una llave de protección. Se tiene que buscar la forma de cómo hacerlo.