Por Danilo Naranjo, fundador de Wingsoft.
Mientras la tendencia de la inteligencia artificial (IA), sigue al alza, es crucial distinguir entre la IA débil y la IA sólida, ya que estos términos encapsulan las diversas capacidades y aplicaciones que esta apasionante tecnología conlleva.
La IA débil es sinónimo de IA estrecha (ANI), diseñada y entrenada para ejecutar tareas específicas, siendo la base de gran parte de la IA que encontramos en nuestra vida diaria. Contrariamente al término «débil», esta forma de IA está lejos de ser frágil, pues potencia aplicaciones robustas como Siri de Apple, Alexa de Amazon o IBM Watson, por señalar algunos ejemplos, donde su poder se hace evidente a través de aplicaciones del mundo real.
En efecto, Siri, el asistente virtual de Apple, comprende y responde hábilmente a comandos de voz. De manera similar, Alexa, el cerebro detrás de los dispositivos Echo de Amazon, muestra la destreza de la IA en el procesamiento del lenguaje natural y el control del hogar inteligente. IBM Watson, por su parte, ejemplifica cómo la IA débil contribuye a avances en el análisis de datos y la toma de decisiones.
Así, la eficiencia y precisión con la que operan estos sistemas subrayan el impacto de la IA débil en mejorar las experiencias del usuario y simplificar tareas complejas.
En el otro extremo del espectro se encuentra la IA sólida, que abarca la IA General (AGI) y la Superinteligencia Artificial (ASI). AGI, una forma teórica de IA, visualiza máquinas con inteligencia comparable a la cognición humana, poseyendo autoconciencia y la capacidad de resolver problemas, aprender y planificar para el futuro.
En tanto, AGI invita a imaginar máquinas ejecutando tareas, comprendiendo, aprendiendo y adaptándose de manera similar a la mente humana. Aunque ejemplos prácticos de AGI siguen siendo teóricos, los investigadores continúan explorando su desarrollo y desafiando los límites de lo que la IA puede lograr.
Asimismo, ASI lleva la idea aún más lejos, superando la inteligencia humana y las capacidades cognitivas. Y aunque sigue firmemente en el ámbito de la ciencia ficción, con HAL de «2001: Una odisea en el espacio», como un ejemplo ficticio notable, los investigadores exploran activamente los fundamentos teóricos para lograr una IA superhumana.
Lo cierto es que hoy nuestro presente está impulsado por la IA, donde la IA débil y la IA sólida coexisten, cada una aportando ventajas distintas. La precisión de la IA débil se encuentra con las aspiraciones teóricas de la IA sólida, creando una relación simbiótica que impulsa la innovación y nos anima a reimaginar los límites de la IA y nuestro futuro digital.
Efectivamente, comprender esas sutilezas es crucial para abarcar el presente y futuro de la IA. Mientras que la IA débil domina nuestras interacciones diarias, los fundamentos teóricos de la IA sólida empujan los límites de lo que las máquinas pueden lograr.