El 45% de la superficie terrestre sufre la desertificación, afectando a 3.200 millones de personas en el mundo. Esta dura realidad llevó a que en el último día la COP29 de Cambio Climático se adoptara una Declaración sobre el Agua en la Acción Climática, impulsada por la Presidencia de Azerbaiyán y apoyada por 50 países y por ONGs, centros de estudios y bancos.
La Declaración de Baku -como fue bautizada- busca promover el diálogo y las asociaciones entre países en torno al desafío hídrico; fortalecer la generación de evidencia científica sobre las causas e impactos del cambio climático en los recursos hídricos; y movilizar acciones y políticas llamando a los países a integrar medidas de adaptación vinculadas con el agua en sus compromisos climáticos.
Justamente esas son algunas de las rutas por las que Chile requiere transitar para alcanzar la seguridad hídrica. En primer lugar, es imprescindible mejorar la coordinación entre las empresas, los órganos del Estado y los representantes de la sociedad civil; ser capaces de sentarnos en una misma mesa. Ministerios y agencias estatales, gobiernos regionales, Municipios, academia, sociedad civil y empresas para construir la infraestructura hídrica que necesitamos para que a nadie en Chile le falte agua, y para ello, es clave generar nuevas fuentes y eficientizar el uso de los recursos continentales.
Además, debemos fortalecer las asociaciones público-privadas, un modelo que en Chile ha demostrado ser eficaz y que debe ampliarse a la infraestructura hídrica. La próxima licitación de una planta desaladora para la región de Coquimbo es un paso importante, pero no basta con llenarnos de proyectos aislados puesto que un problema estructural como el déficit hídrico requiere planificación estratégica y coordinación multisectorial. Un ejemplo: no podemos aumentar la construcción de viviendas en una zona como La Serena y Coquimbo si no tienen acceso al agua y saneamiento, y la región lleva más de 15 años enfrentando una crisis hídrica que exige respuestas concretas y que recién contará con una nueva fuente de agua en 2029, con la nueva desaladora comprometida por el gobierno.
Segundo, actuar sobre la evidencia es perentorio. Hay mucho que no se sabe o que se queda en rumores sobre soluciones hídricas. La desalación en Antofagasta, por ejemplo, donde no muchas personas a nivel nacional saben que el Océano Pacífico ha sido la fuente de su suministro de agua potable desde 2003. Sin embargo, la desalación sigue envuelta en mitos y desinformación que limitan su desarrollo en un escenario de inseguridad hídrica.
Nuestra tarea como gremio es dar cuenta de la información científica que demuestra los beneficios de esta industria para los ecosistemas hídricos y marinos informando sobre el manejo responsable de la salmuera y las ventajas que la tecnología actual ofrece en términos de calidad de agua, incluso superior a la que muchas zonas reciben hoy.
Chile enfrenta múltiples desafíos en materia de recursos hídricos. La crisis hídrica que afecta a nuestro país no es un tema nuevo, pero sí requiere respuestas innovadoras y colaborativas como la desalación y el reúso de aguas residuales, y resulta ilógico seguirnos negando a ellas.